A las puertas del 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, los talleres de arte funerario de toda España viven su particular termómetro anual. La fecha, históricamente vinculada al recuerdo de los difuntos y a la puesta a punto de los cementerios, ha perdido parte del carácter de campaña intensa que antaño marcaba el calendario del sector. La transformación cultural hacia la incineración, la personalización creciente de las lápidas y la falta de relevo generacional están configurando un nuevo escenario para los marmolistas especializados en arte funerario.
Según el estudio Radiografía del Sector Funerario, elaborado por la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef), en 2025 la incineración ya representa el 60% de los casos en España, y en algunas capitales supera el 70%. El país es además el que cuenta con más hornos crematorios de Europa —442 instalaciones capaces de realizar más de 1.700 incineraciones en una jornada laboral—, aunque la demanda media ronda las 400 diarias. Esta realidad marca inevitablemente la evolución de un oficio centenario, en el que el mármol, el granito y la piedra siguen siendo sinónimos de memoria y respeto, pero en un contexto de menor volumen de encargos tradicionales.
Para conocer cómo viven este momento los profesionales, conversamos con tres empresas de diferentes puntos del territorio nacional —Zaragoza, Jaén y Alicante—, todas ellas asociadas a la Asociación Española de Marmolistas del Arte Funerario (AEMAF). Las diferencias regionales son notables, pero el diagnóstico coincide: el sector avanza, aunque lentamente, hacia un modelo más diversificado y tecnológico, en el que la formación, la visibilidad y la unión gremial serán claves para su futuro.
“Cada vez más familias encargan los trabajos justo tras el fallecimiento”
En Zaragoza, Noelia Abós Gracia, CEO de Mármoles Artísticos de Aragón, observa con realismo la evolución de un año que califica como “bueno, pero contenido”.
“En general 2025 es un año que está premiando los esfuerzos y la perseverancia iniciada en años anteriores”, explica. Sin embargo, advierte de un cambio claro en los hábitos de los clientes: “Cada vez es más latente que las familias no esperan a la proximidad de la fecha más señalada del año en lo que se refiere a cementerios, y realizan los encargos en fecha muy próxima a la de fallecimiento. Esto y el aumento de incineraciones hacen de la campaña una temporada muy liviana”.

El fenómeno que describe Abos se repite en muchos puntos del país: la estacionalidad que antaño caracterizaba al sector —con un repunte notable en septiembre y octubre— se diluye. Los pedidos se reparten más a lo largo del año, pero con menor previsión, lo que exige una capacidad de respuesta rápida y flexible por parte de los talleres.
Mármoles Artísticos de Aragón, además, ha encontrado en los cementerios de mascotas una línea de trabajo que crece cada año. “Llevamos muchos años colaborando con el cementerio de mascotas de Peñaflor; cada vez los trabajos son más complejos y variados”, comenta la empresaria. También apunta al respeto por la diversidad cultural como un rasgo distintivo: “Hace algún tiempo que realizamos trabajos en idioma nativo, en cierto modo es una forma de no olvidar el origen de una persona”.
Sin embargo, la responsable zaragozana alerta de problemas estructurales que preocupan al conjunto del gremio. “Desde la asociación sentimos una gran preocupación por la continuidad del oficio. Hemos constatado que muchos talleres cierran por jubilación al no tener quien los suceda”, lamenta. A ello se suma la escasa modernización de buena parte de los talleres, que —según Abós— “diseñan su retirada y no la puesta en valor o venta de sus negocios”.
Uno de los puntos que más insiste en reivindicar es la falta de formación reglada. “Carecemos de centros específicos; el oficio se enseña en los talleres, lo que supone un alto coste para el empresario. El sueldo de alguien sin experiencia es el mismo que el de quien sí la tiene, y además hay que destinar otra persona para enseñarle, lo que implica que deja de producir”, explica.
El sector, recuerda, también demanda un reconocimiento de la dureza del trabajo. “Algunas asociaciones están luchando por la jubilación anticipada; la marmolería es un sector duro”, afirma.
Pese a todo, Noelia apuesta por seguir activa en redes empresariales que fomenten la cooperación entre pymes. “Intentamos estar presentes en agrupaciones empresariales, como BNI, donde adquieres visibilidad frente a compañeros en los que puedes apoyarte y colaborar”.
“Cada día se buscan lápidas más personalizadas, que reflejen la vida del difunto”
En el sur, en Andújar (Jaén), Margarita Molina López, gerente de Artesanías Molina Lápidas, comparte una visión muy diferente del mercado local. Su empresa, con tres exposiciones y más de 300 modelos visibles, mantiene un fuerte arraigo en la tradición funeraria andaluza.
“Al igual que el año pasado, y debido al aumento de las incineraciones, ha descendido ligeramente el volumen de trabajo, aunque también realizamos columbarios”, explica. No obstante, matiza que “en esta zona el porcentaje de incineraciones sigue siendo aún muy bajo”. Una diferencia regional que mantiene vivas muchas de las costumbres tradicionales de enterramiento. “Prestamos nuestros servicios también en los pueblos de la comarca, donde aún se mantiene la tradición de la inhumación”, señala.
Molina pone en valor el legado familiar: “Desde hace tres generaciones nos dedicamos al sector del arte funerario, ofreciendo tradición, calidad y un profundo respeto en cada uno de nuestros trabajos”. Esa herencia se combina ahora con una tendencia creciente hacia la personalización emocional. “Cada día se realizan lápidas más personalizadas, incorporando tanto la imagen del difunto como algún elemento representativo y característico de su vida. Ya no se trata únicamente de una imagen religiosa o tradicional, sino que se busca algo más personal, que refleje los gustos, aficiones o el ámbito profesional del difunto”, explica.
Los talleres de la empresa siguen apostando por la artesanía manual: “Los trabajos más importantes son aquellos realizados de forma artesanal, tallados en piedra y acabados a mano. Es un tipo de elaboración que aún se valora mucho por esta zona debido a su calidad y nivel de detalle”, añade.
Como reivindicación, la empresaria andaluza destaca la necesidad de una reducción del IVA en los servicios funerarios. “Sería deseable que, al igual que ha ocurrido en otros sectores considerados esenciales, los servicios funerarios se vieran beneficiados por una reducción del IVA. La actual carga impositiva resulta elevada para los familiares en momentos especialmente sensibles, por lo que se debería considerar estos servicios como una necesidad básica”, argumenta.
Aunque en su entorno los cementerios de mascotas o de confesiones minoritarias aún son excepcionales, Molina reconoce que “hemos realizado este tipo de trabajos, pero no son los más comunes debido a la ausencia de cementerios equipados para este fin en el entorno geográfico en el que nos encontramos”.
“Queremos unir tradición artesanal y tecnología para competir mejor”
En la costa levantina, Javier Pardo, responsable de Pardo Artesanía en Piedra (Alicante), representa a una nueva generación de marmolistas que busca evolucionar el oficio sin perder su esencia. Su balance para 2025 es moderadamente optimista: “La previsión para este año está siendo buena en cuanto a pedidos, aunque no mucho, pero cada año crecemos un poco más que el anterior, a pesar de la competencia y los precios tan bajos que nos ofrecen las compañías de seguros para fabricar sus trabajos”.
El taller alicantino también ha explorado nuevos nichos: “Ya hemos realizado varios trabajos de mascotas, pero también hemos fabricado lápidas para otras culturas o religiones, siempre en el ámbito nacional”.
Más allá de los encargos, Pardo destaca el proyecto que más ilusión le genera en estos meses: “Estamos desarrollando una nueva tecnología para poder hacer un relieve desde una fotografía. Siempre intentando unir la tradición artesanal con los últimos avances tecnológicos, para conseguir un producto más competitivo y de mayor calidad para el cliente final”.
Como muchos de sus compañeros de sector, Pardo reclama mayor unión entre los profesionales. “Sería fundamental hacer un frente común ante las grandes compañías que imponen condiciones abusivas en la mayoría de los casos para realizar los trabajos. Si fuéramos un gremio fuerte, también podríamos hacer presión para rebajar el IVA de nuestro sector”, sostiene.
Sobre la promoción, lamenta el declive de los eventos especializados: “Estábamos pensando en ir a la exposición de Valencia que se celebra a finales de este mes, pero estando ahora mismo en plena campaña no lo vemos fructífero. Es una lástima porque los eventos del sector de la piedra en este país han decaído enormemente en los últimos años y ya no son tan interesantes como antaño”.
Un oficio entre la memoria y la modernización
Las tres voces reflejan un oficio que busca su lugar en una sociedad donde el duelo y la despedida se transforman. El arte funerario sigue siendo una expresión cultural profundamente arraigada, pero enfrenta desafíos claros: el impacto de la incineración, la digitalización pendiente, la necesidad de formación y el relevo generacional.
A pesar de las dificultades, todas las empresas coinciden en un punto esencial: el valor humano y simbólico de su trabajo sigue siendo irreemplazable. Cada lápida, cada inscripción o escultura funeraria continúa siendo un testimonio material del vínculo entre los vivos y sus seres queridos. Como resume Noelia Abós, “cualquier trabajo resulta interesante, porque detrás de cada uno hay una historia, una vida y una familia”.
Y aunque el mármol ya no se asocie exclusivamente al duelo, sino también a la memoria, el arte funerario español parece decidido a no desaparecer, sino a transformarse. Entre la piedra y la tecnología, entre la tradición y la innovación, el oficio de los marmolistas sigue escribiendo —con cincel, paciencia y respeto— la historia de cómo recordamos a nuestros difuntos.