Una de las técnicas que van a utilizarse es el uso de un georradar que habitualmente se utiliza para conocer las características del subsuelo y en particular para prospecciones vinculadas con el petróleo.
Según explicó el arquitecto de la Fundación del Patrimonio, Joaquín García, el georradar «nos va a aportar importante información sobre el comportamiento estructural del muro y la posible existencia de grietas y oquedades en la fachada».
Y es que el arquitecto insistió en la escasez de información a propósito del monumento, de cuya construcción se desconoce prácticamente todo. De esta forma, el georradar permitirá realizar un alzado 3D que, entre otras cosas, permitirá aportar alguna explicación al hecho ya comprobado de que algunas partes de la fachada cuentan con una capa decorada de unos 30 centímetros y en otros puntos esta última capa mide hasta 1,5 metros.
«No sabemos si estos se debe a que antes de esta hubo otra fachada o si por el contrario se ideó este determinado sistema para dotar al edificio de la portada que hoy conocemos», explicó García, quien insistió en que «el objetivo de esta restauración es llevar a cabo una intervención seria y coherente con un monumento de esta relevancia».
Para obtener todos estos datos, la Fundación del Patrimonio Histórico emplea un georradar que según explicó Antonio Casas, geólogo de la Universidad de Zaragoza, tiene entre sus grandes ventajas el hecho de que es una técnica absolutamente no destructiva.
El estudio se basa en un barrido de toda la fachada por parte de ondas electromagnéticas, que van siendo lanzadas por los receptores y que en función de la parte del muro que midan devuelven determinadas magnitudes de velocidad o frecuencia.
De esta forma, detalló Casas «nos podemos acercar a la situación de heterogeneidad y huecos que presenta la fachada», así como otros factores relevantes antes de acometer la restauración.