El arquitecto Carles Oliver logró el I Premio Poraxa de Arquitectura Sostenible de Balears, convocado por la empresa mallorquina Poraxa con la colaboración del Colegio Oficial de Arquitectos de Balears y la dirección general de Arquitectura y Vivienda del Govern. La obra ganadora, ubicada en Portocolom, se impuso a los otros 14 proyectos que optaban al galardón, después de que el jurado presidido por el arquitecto Juan Herreros considerara que Oliver había conjugado a la perfección la modernidad con el uso de materiales reciclados, además de adecuarse «con excelencia» al entorno con un trabajo de «gran calidad arquitectónica».
La obra ganadora cuyo cerramiento se hizo con la piedra mallorquina de Marés, con fecha de 2005 y final de obra de la primera fase en 2007, consiste en ocho viviendas adosadas ubicadas en el límite urbano de Portocolom. De acuerdo con el proyecto, Oliver buscaba «recuperar algunas de las virtudes del Ensanche de Portocolom del siglo XIX, organizando un tejido urbano constituido por casas patios protegidos de la calle mediante tapias de piedra de marés, un material capaz de incorporar el paso del tiempo».
Las construcciones se colocaron perpendiculares a la zona verde, «liberando unos canales por los que la vegetación se introduce entre las viviendas y llega hasta la calle». Hacia el oeste se protegen de la radiación solar y vistas mediante muros ciegos y al sureste se abren mediante grandes superficies acristaladas de suelo a techo.
En la obra se descubrió el valor del reciclaje y la reutilización de los residuos que genera el propio proceso de construcción. Así, los retales de las chapas de cubierta sobrantes en la primera fase se utilizaron como cerramiento de la caseta de instalaciones. Además, todos los cortes de la piedra se incorporaron al aparejo, lo que permitió reinventar la celosía en un material que habitualmente no lo permite gracias a su gran dimensión de 80 por 40 centímetros.
En la planta baja de la construcción se colocaron las viviendas de 90 metros con dos dormitorios y en la primera planta, las de 45 metros con un dormitorio. La configuración de los accesos permite utilizar las viviendas de la primera planta como una extensión de la baja, resultando un anexo de tres habitaciones. Las viviendas ubicadas en la planta baja cuentan con una zona ajardinada de 300 a 450 metros, mientras que las del primer piso disponen de terrazas.
La superposición de tipologías produce un volumen de la edificación escalonado, de tal modo que se extiende en horizontal y se reduce en lo posible la altura, que se encuentra por debajo de lo que permite la normativa. La idea es que con los años las edificaciones queden difuminadas por los árboles.
El proyecto y la ejecución de las obras se realizó en cuatro fases, convirtiéndose en un laboratorio de experimentación. En un principio, la obra se inició con estructuras convencionales de acero u hormigón, con la piedra de Marés como cerramiento. «Durante la obra aparece el valor del oficio y saber tradicional, mostrando la capacidad de la piedra para asumir todas las funciones al mismo coste», se explica en la presentación de la obra.
Añade que, además, los cálculos han demostrado que «un edificio realizado integramente en marés reduce en un 80 por ciento las emisiones de CO2 respecto a un edificio equivalente en hormigón».
El jurado del I Premio Poraxa de Arquitectura Sostenible valoró los 14 proyectos presentados desde distintos puntos de vista, teniendo en cuenta los materiales utilizados, el consumo energético, la ventilación natural, el reciclaje de materiales o la reutilización del agua. Se trataba de premiar las construcciones más ecológicas y con determinados consumos de electricidad, agua y climatización, con el objetivo de destacar este tipo de edificaciones y cambiar la tendencia a construir a costa de un gran impacto ambiental.